María Fernanda Estupiñán Tibaduiza
Colombia / Biología / Estancia académica 2020-1
El intercambio académico es una de las experiencias de mayor aprendizaje en mi vida
hasta ahora y no solo en el ámbito académico, también a nivel personal y cultural.
En la universidad Autónoma de Ciudad Juárez tuve la oportunidad de cursar cuatro
asignaturas de mi carrera, Biología. Dos de ellas fueron especialmente
enriquecedoras con la casualidad de encontrarme con un docente colombiano. Visité
lugares de aprendizaje complementario como colecciones biológicas y exposiciones
taxonómicas, el herbario y el invernadero mientras las clases transcurrieron en
modalidad presencial y con normalidad. También tuve la oportunidad de conocer
diferentes lugares icónicos de la ciudad: El desierto de Samalayuca, El Chamizal, el
Parque Central, entre otros. En medio de esta experiencia de explorar y conocer la
ciudad, conocí además muchos otros aspectos no solo de Ciudad Juárez sino de la
cultura mexicana: su gastronomía, música, clima y un sin número de cosas. La primera
comida típica que probé al llegar fueron los burritos de tripitas y hasta el día de
hoy creo que no pudo ser mejor elección, algo que representará de mejor forma los
sabores tan diversos y deliciosos de Juárez.
La música mexicana se hizo parte de mí día a día rápidamente, no porque estuviera en
Juárez sino por gusto, porque a través de ella se vive toda la experiencia cultural
de mejor forma. Me gustó demasiado recorrer el centro de la ciudad y observar por
largo rato a los Pachucos bailando con sus trajes tan característicos en medio de la
calle después de haber probado los chapulines, después de ello volví varias veces a
la plaza a verlos bailar. La experiencia de los chapulines fue en cambio única.
No puedo evitar mencionar lo sorprendida que estuve después de conocer la
personalidad, la forma de ser de los juarenses, en un comienzo no podía creer la
amabilidad que ellos me brindaban aún sin conocerme. Nunca, en ningún momento me
sentí apartada o sola, triste, mis compañeros de clase y profesores hicieron que de
una u otra forma me sintiera en casa. Aprendí de ellos muchas cosas valiosas,
incluso a bailar el payaso de rodeo. En mis compañeros de intercambio encontré
también una segunda familia, juntos conocimos Creel y una pequeña parte de la Sierra
Tarahumara antes de que iniciara la pandemia; estando allá visitamos el Lago Arareco
y la Cascada de Cusárare.